CAPITULO VI
COMENZARON entonces sus trabajos, para darse a
conocer ante su abuela y ante su madre. Lo primero que harían era la milpa. -Vamos a
sembrar la milpa, abuela y madre nuestra, dijeron. No os aflijáis; aquí
estamos nosotros, vuestros nietos, nosotros los que estamos en lugar de nuestros hermanos,
dijeron Hunahpú e Ixbalanqué.
En seguida tomaron sus hachas, sus
piochas y sus azadas de palo y se fueron, llevando cada uno su cerbatana al hombro. Al salir
de su casa, le encargaron a su abuela que les llevara su comida.
-A mediodía
nos traeréis la comida, abuela, le dijeron.
-Está bien, nietos
míos, contestó la vieja.
Poco después llegaron al lugar de la
siembra. Y al hundir el azadón en la tierra, éste labraba la tierra, el
azadón hacía el trabajo por sí solo.
De la misma manera clavaban
el hacha en el tronco de los árboles y en sus ramas y al punto caían y
quedaban tendidos en el suelo todos los árboles y bejucos. Rápidamente
caían los árboles, cortados de un solo hachazo.
Lo que había
arrancado el azadón era mucho también. No se podían contar las zarzas
ni las espinas que habían cortado con un solo golpe del azadón. Tampoco era
posible calcular lo que habían arrancado y derribado en todos los montes grandes y
pequeños.
Y habiendo aleccionado a un animal llamado Ixmucur, 24 lo hicieron
subir a la cima de un gran tronco y Hunahpú e Ixbalanqué le dijeron: -Observa
cuando venga nuestra abuela a traernos la comida y al instante comienza a cantar y nosotros
empuñaremos la azada y el hacha.
-Está bien, contestó
Ixmucur.
En seguida se pusieron a tirar con la cerbatana; ciertamente no
hacían ningún trabajo de labranza.
Poco después cantó la
paloma e inmediatamente corrió uno a coger la azada y el otro a coger el hacha. Y
envolviéndose la cabeza, el uno se cubrió de tierra las manos intencionalmente
y se ensució asimismo la cara como un verdadero labrador, y el otro adrede se
echó astillas de madera sobre la cabeza como si efectivamente hubiera estado cortando
los árboles.
Así fueron vistos por su abuela. En seguida comieron, pero
realmente no habían hecho trabajo de labranza y sin merecerla les dieron su comida.
Luego se fueron a su casa. -Estamos verdaderamente cansados, abuela, dijeron al llegar,
estirando sin motivo las piernas y los brazos ante su abuela.
Regresaron al
día siguiente, y al llegar al campo encontraron que se habían vuelto a
levantar todos los árboles y bejucos y que todas las zarzas y espinas se
habían vuelto a unir y enlazar entre sí.
-¿Quién nos ha
hecho este engaño?, dijeron. Sin duda lo han hecho todos los animales pequeños
y grandes, el león, el tigre, el venado, el conejo, el gato de monte, el coyote, el
jabalí, el pisote, los pájaros chicos, los pájaros grandes;
éstos fueron los que lo hicieron y en una sola noche lo ejecutaron.
En seguida
comenzaron de nuevo a preparar el campo y a arreglar la tierra y los árboles
cortados. Luego discurrieron acerca de lo que habían de hacer con los palos cortados
y las hierbas arrancadas.
-Ahora velaremos nuestra milpa; tal vez podamos sorprender
al que viene a hacer todo este daño, dijeron discurriendo entre sí. Y a
continuación regresaron a la casa.
-¿Qué os parece, abuela, que
se han burlado de nosotros? Nuestro campo que habíamos labrado se ha vuelto un gran
pajonal y bosque espeso. Así la hallamos cuando, llegamos hace un rato, abuela le
dijeron a su abuela y a su madre. Pero volveremos allá y velaremos, porque no es
justo que nos hagan tales cosas, dijeron.
Luego se vistieron y en seguida se fueron
de nuevo a su campo de árboles cortados y allí se escondieron,
recatándose en la sombra.
Reuniéronse entonces todos los animales, uno
de cada especie se juntó con todos los demás animales chicos y animales
grandes. Y era media noche en punto cuando llegaron hablando todos y diciendo así en
sus lenguas: У¡Levantaos, árboles! ¡Levantaos, bejucos!Ф
Esto
decían cuando llegaron y se agruparon bajo los árboles y bajo los bejucos y
fueron acercándose hasta manifestarse ante sus ojos [de Hunahpú e
Ixbalanqué].
Eran los primeros el león y el tigre, y quisieron
cogerlos, pero no se dejaron. Luego se acercaron al venado y al conejo y sólo les
pudieron coger las colas, solamente se las arrancaron. La cola del venado les quedó
entre las manos y por esta razón el venado y el conejo llevan cortas las colas.
El gato de monte, el coyote, el jabalí y el pisote tampoco se entregaron. Todos
los animales pasaron frente a Hunahpú e Ixbalanqué, cuyos corazones
ardían de cólera porque no los podían coger.
Pero, por
último, llegó otro dando saltos al llegar, y a éste, que era el
ratón, al instante lo atraparon y lo envolvieron en un paño. Y luego que lo
cogieron, le apretaron la cabeza y lo quisieron ahogar, y le quemaron la cola en el fuego,
de donde viene que la cola del ratón no tiene pelo; y así también le
quisieron pegar en los ojos los dos muchachos Hunahpú e Ixbalanqué.
Y
dijo el ratón: -Yo no debo morir a vuestras manos. Y vuestro oficio tampoco es el de
sembrar milpa.
-¿Qué nos cuentas tú ahora?, le dijeron los
muchachos al ratón.
-Soltadme un poco, que en mi pecho tengo algo que deciros
y os lo diré en seguida, pero antes dadme algo de comer, dijo el ratón.
-Después te daremos tu comida, pero habla primero, le contestaron.
-Está bien. Sabréis, pues, que los bienes de vuestros padres
Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú, así llamados, aquéllos que murieron
en Xibalbá, o sea los instrumentos con que jugaban, han quedado y están
allí colgados en el techo de la casa: el anillo, los guantes y la pelota. Sin
embargo, vuestra abuela no os los quiere enseñar porque a causa de ellos murieron
vuestros padres.
-¿Lo sabes con certeza?, le dijeron los muchachos al
ratón. Y sus corazones se alegraron grandemente cuando oyeron la noticia de la pelota
de goma. Y como ya había hablado el ratón, le señalaron su comida al
ratón.
-Ésta será la comida: el maíz, las pepitas de
chile, el frijol, el pataxte, el cacao: todo esto te pertenece, y si hay algo que
esté guardado u olvidado, tuyo será también, ¡cómelo!, le
fue dicho al ratón por Hunahpú e Ixbalanqué.
-Magnífico,
muchachos, dijo aquél; pero ¿qué le diré a vuestra abuela si me
ve?
-No tengas pena, porque nosotros estamos aquí y sabremos lo que hay que
decirle a nuestra abuela. ¡vamos!, lleguemos pronto a esta esquina de la casa, llega
pronto a donde están esas cosas colgadas; nosotros estaremos mirando al desván
de la casa y atendiendo únicamente a nuestra comida, le dijeron al
ratón.
Y habiéndolo dispuesto así durante la noche,
después de consultarlo entre sí, Hunahpú e Ixbalanqué llegaron a
mediodía. Cuando llegaron llevaban consigo al ratón, pero no lo
enseñaban; uno de ellos entró directamente a la casa y el otro se
acercó a la esquina y de allí hizo subir al instante al ratón.
En seguida pidieron su comida a su abuela. -Preparad nuestra comida,25 queremos un
chilmol,26 abuela nuestra, dijeron. Y al punto les prepararon la comida y les pusieron
delante un plato de caldo.
Pero esto era sólo para engañar a su abuela
y a su madre. Y habiendo hecho que se consumiera el agua que había en la tinaja:
-Verdaderamente nos estamos muriendo de sed; id a traernos de beber, le dijeron a su
abuela.
-Bueno, contestó ella y se fue. Pusiéronse entonces a comer,
pero la verdad es que no tenían hambre; sólo era un engaño lo que
hacían. Vieron entonces en su plato de chile 27 cómo el ratón se
dirigía rápidamente hacia la pelota que estaba colgada del techo de la casa.
Al ver esto en su chilmol, despacharon a cierto Xan, el animal llamado Xan, que es como un
mosquito, el cual fue al río y perforó la pared del cántaro de la
abuela, y aunque ella trató de contener el agua que se salía, no pudo cerrar
la picadura hecha en el cántaro.
-¿Qué le pasa a nuestra abuela?
Tenemos la boca seca por falta de agua, nos estamos muriendo de sed, le dijeron a su madre y
la mandaron fuera. En seguida fue el ratón a cortar [la cuerda que sostenía]
la pelota, la cual cayó del techo de la casa junto con el anillo, los guantes y los
cueros. Se apoderaron de ellos los muchachos y corrieron al instante a esconderlos en el
camino que conducía al juego de la pelota.
Después de esto se
encaminaron el río, a reunirse con su abuela y su madre, que estaban atareadas
tratando de tapar el agujero del cántaro. Y llegando cada uno con su cerbatana,
dijeron cuando llegaron al río: -¿Qué estáis haciendo? Nos
cansamos [de esperar] y nos vinimos, les dijeron.
-Mirad el agujero de mi
cántaro que no se puede tapar, dijo la abuela. Al instante lo taparon y juntos
regresaron, marchando ellos delante de su abuela.
Y así fue el hallazgo de la
pelota.
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Notas de Adrián Recinos:
24 La tórtola,
mucuy en maya.
25 Literalmente, moled nuestra comida. La comida de los indios
quichés consistía principalmente en tortillas y bollos de maíz cocido y
molido en la piedra que se llamaba caam, el metatl de México.
26 Chilmulli, en
náhuatl, salsa de chile o ají.
27 Dentro del chilmol. La salsa
líquida y roja hacía las veces de espejo y reflejaba los movimientos del
ratón en el techo, sin que los muchachos parecieran estarlos observando.