CAPITULO
IX
ÉSTA era la primera prueba de Xibalbá. Al entrar allí [los
muchachos], pensaban los de Xibalbá que sería el principio de su derrota.
Entraron desde luego en la Casa
Oscura; en seguida fueron a llevarles sus rajas de pino encendidas y los
mensajeros de Hun-Camé le llevaron también a cada uno su cigarro.
-Estas son sus rajas de pino, dijo el Señor; que devuelvan este ocote
mañana al amanecer junto con los cigarros, y que los traigan enteros, dice el
Señor. Así hablaron los mensajeros cuando llegaron.
-Muy bien
contestaron ellos. Pero, en realidad, no [encendieron] la raja de ocote, sino que pusieron
una cosa roja en su lugar, o sea unas plumas de la cola de la guacamaya, que a los veladores
les pareció que era ocote encendido. Y en cuanto a los cigarros, les pusieron
luciérnagas en la punta a los cigarros.
Toda la noche los dieron por
vencidos.
-Perdidos son, decían los guardianes. Pero el ocote no se
había acabado y tenía la misma apariencia, y los cigarros no los habían
encendido y tenían el mismo aspecto.
Fueron a dar parte a los
Señores.
-¿Cómo ha sido esto? ¿De dónde han
venido? ¿Quién los engendró? ¿Quién los dio a luz? En
verdad hacen arder de ira nuestros corazones, porque no está bien lo que nos hacen.
Sus caras son extrañas y extraña su manera de conducirse, decían ellos
entre sí.
Luego los mandaron a llamar todos los Señores.
-¡Ea! ¡Vamos a jugar a la pelota, muchachos!, les dijeron. Al mismo tiempo
fueron interrogados por Hun-Camé y Vucub-Camé.
-¿De dónde
venís? ¡Contadnos, muchachos!, les dijeron los de Xibalbá.
-¡Quién sabe de dónde venimos! Nosotros lo ignoramos, dijeron
únicamente, y no hablaron más.
-Está bien. Vamos a jugar a la
pelota, muchachos, les dijeron los de Xibalbá.
-Bueno, contestaron.
-Usaremos esta nuestra pelota, dijeron los de Xibalbá.
-De ninguna manera
usaréis ésa, sino la nuestra, contestaron los muchachos.
-Ésa
no, sino la nuestra será la que usaremos, dijeron los de Xibalbá.
-Está bien, dijeron los muchachos.
-Vaya por un gusano chil, dijeron los de
Xibalbá.
-Eso no, sino que hablará la cabeza del león, dijeron
los muchachos.
-Eso no, dijeron los de Xibalbá.
-Está bien, dijo
Hunahpú.
Entonces los de Xibalbá arrojaron la pelota, la lanzaron
directamente al anillo de Hunahpú. En seguida, mientras los de Xibalbá echaban
mano del cuchillo de pedernal, la pelota rebotó y se fue saltando por todo el suelo
del juego de pelota.
-¿Qué es esto?, exclamaron Hunahpú e
Ixbalanqué. ¿Nos queréis dar la muerte? ¿Acaso no nos mandasteis
llamar? ¿Y no vinieron vuestros propios mensajeros? En verdad, ¡desgraciados de
nosotros! Nos marcharemos al punto, les dijeron los muchachos.
Eso era precisamente
lo que querían que les pasara a los muchachos, que murieran inmediatamente y
allí mismo en el juego de pelota y que así fueran vencidos. Pero no fue
así, y fueron los de Xibalbá los que salieron vencidos por los
muchachos.
-No os marchéis, muchachos, sigamos jugando a la pelota, pero
usaremos la vuestra, les dijeron a los muchachos.
-Está bien, contestaron, y
entonces metieron la pelota [en el anillo de Xibalbá], con lo cual terminó la
partida.
Y lastimados por sus derrotas dijeron en seguida los de
Xibalbá:
-¿Cómo haremos para vencerlos? Y dirigiéndose a
los muchachos les dijeron: -Id a juntar y a traernos temprano cuatro jícaras de
flores. Así dijeron los de Xibalbá a los muchachos.
-Muy bien.
¿Y qué clase de flores?, les preguntaron los muchachos a los de
Xibalbá.
-Un ramo de chipilín colorado, 30 un ramo de chipilín
blanco, un ramo de chipilín amarillo y un ramo de Carinimac, dijeron los de
Xibalbá.
-Está bien, dijeron los muchachos.
Así
terminó la plática; igualmente fuertes y enérgicas eran las palabras de
los muchachos. Y sus corazones estaban tranquilos cuando se entregaron los muchachos para
que los vencieran.
Los de Xibalbá estaban felices pensando que ya los
habían vencido.
-Esto nos ha salido bien. Primero tienen que cortarlas,
dijeron los de Xibalbá. -¿A dónde irán a traer las flores?,
decían en sus adentros.
-Con seguridad nos daréis mañana
temprano nuestras flores; id, pues, a cortarlas, les dijeron a Hunahpú e
Ixbalanqué los de Xibalbá.
-Está bien, contestaron. De madrugada
jugaremos de nuevo a la pelota, dijeron y se despidieron.
Y en seguida entraron los
muchachos en la Casa de las Navajas, el
segundo lugar de tormento de Xibalbá. Y lo que deseaban los Señores era que
fuesen despedazados por las navajas, y fueran muertos rápidamente; así lo
deseaban sus corazones.
Pero no murieron. Les hablaron en seguida a las navajas 31 y
les advirtieron:
-Vuestras serán las carnes de todos los animales, les dijeron
a los cuchillos. Y no se movieron más, sino que estuvieron quietas todas las
navajas.
Así pasaron la noche en la
Casa de las Navajas, y llamando a todas las hormigas, les dijeron:
-Hormigas cortadoras, zompopos, 32 ¡venid e inmediatamente id todas a traernos todas
las clases de flores que hay que cortar para los Señores!
-Muy bien, dijeron
ellas, y se fueron todas las hormigas a traer las flores de los jardines de Hun-Camé
y Vucub-Camé.
Previamente les habían advertido [los Señores] a
los guardianes de las flores de Xibalbá: -Tened cuidado con nuestras flores, no os
las dejéis robar por los muchachos que las irán a cortar. Aunque cómo
podrían ser vistas y cortadas por ellos? De ninguna manera. ¡Velad, pues, toda
la noche!
-Está bien, contestaron. Pero nada sintieron los guardianes del
jardín. Inútilmente lanzaban sus gritos subidos en las ramas de los
árboles del jardín. Allí estuvieron toda la noche, repitiendo sus
mismos gritos y cantos.
-¡Ixpurpuvec! ¡Ixpurpuvec!, decía el uno
en su grito.
-¡Puhuyú! ¡Puhuyú, decía en su grito el
llamado Puhuyú.33
Dos eran los guardianes del jardín de Hun-Camé
y Vucub-Camé. Pero no sentían a las hormigas que les robaban lo que estaban
cuidando, dando vueltas y moviéndose cortando las flores, subiendo sobre los
árboles a cortar las flores y recogiéndolas del suelo al pie de los
árboles.
Entre tanto los guardias seguían dando gritos, y no
sentían los dientes que les cortaban las colas y las alas.
Y así
acarreaban entre los dientes las flores que bajaban, y recogiéndolas se marchaban
llevándolas con los dientes.
Pronto llenaron las cuatro jícaras de
flores, y estaban húmedas [de rocío] cuando amaneció. En seguida
llegaron los mensajeros para recogerlas. -Que vengan, ha dicho el Señor, y que
traigan acá al instante lo que han cortado, les dijeron a los muchachos.
-Muy
bien, contestaron. Y llevando las flores en las cuatro jícaras, se fueron, y cuando
llegaron a presencia del Señor y los demás Señores, daba gusto ver las
flores que traían. Y de esta manera fueron vencidos los de Xibalbá.
Sólo a las hormigas habían enviado los muchachos [a cortar las flores], y
en una noche las hormigas las cogieron y las pusieron en las jícaras.
Al punto
palidecieron todos los de Xibalbá y se les pusieron lívidas las caras a causa
de las flores. Luego mandaron llamar a los guardianes de las flores. -¿Por qué
os habéis dejado robar nuestras flores? Éstas que aquí vemos son
nuestras flores, les dijeron a los guardianes.
-No sentimos nada, Señor.
Nuestras colas también han sufrido, contestaron. Y luego les rasgaron la boca en
castigo de haberse dejado robar lo que estaba bajo su custodia.
Así fueron
vencidos Hun-Camé y Vucub-Camé por Hunahpú e Ixbalanqué. Y
éste fue el principio de sus obras.
Desde entonces trae partida la boca el
mochuelo, y así hendida la tiene hoy.
En seguida bajaron a jugar a la pelota y
jugaron también tantos iguales. Luego acabaron de jugar y quedaron convenidos para la
madrugada siguiente. Así dijeron los de Xibalbá.
-Está bien,
dijeron los muchachos al terminar.
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Notas de Adrián Recinos:
30 Cierta planta llamada chipilín, dice Ximénez. Es una planta de la
familia de las leguminosas, Crotalaria longirostrata.
31 Ta x-e cha chire cha.
Brasseur observa en este lugar que los quichés se complacían en estos juegos
de palabras. En todo este capítulo se usa por el autor la palabra cha que significa
hablar, decir, lanza, navaja, vidrio, etc. Lo mismo puede decirse de la palabra cah usada
como adjetivo, verbo y adverbio.
32 Hormigas rojizas o negras que salen por la noche
y cortan las hojas tiernas y las flores. Son conocidas popularmente en Guatemala con el
nombre de zompopos, palabra mexicana.
33 Purpuvec y puhuy (pronúnciese
purpugüec y pujuy), son los nombres que dan todavía los quichés y
cakchiqueles al mochuelo o lechuza. Son palabras imitativas del grito de estas aves.