CAPITULO III
ESTA ES la historia de una doncella, hija de
un Señor llamado Cuchumaquic.
Llegaron [estas noticias] a oídos de una
doncella, hija de un Señor. El nombre del padre era Cuchumaquic y el de la doncella
Ixquic. Cuando ella oyó la historia de los frutos del árbol, que fue contada
por su padre, se quedó admirada de oírla.
-¿Por qué no he
de ir a ver ese árbol que cuentan?, exclamó la joven. Ciertamente deben ser
sabrosos los frutos de que oigo hablar. A continuación se puso en camino ella sola y
llegó al pie del árbol que estaba sembrado en Pucbal-Chah.
-¡Ah!,
exclamó, ¿qué frutos son los que produce este árbol? ¿No
es admirable ver cómo se ha cubierto de frutos? ¿Me he de morir, me
perderé si corto uno de ellos?, dijo la doncella.
Habló entonces la
calavera que estaba entre las ramas del árbol y dijo: -¿Qué es lo que
quieres? Estos objetos redondos que cubren las ramas del árbol no son más que
calaveras. Así dijo la cabeza de Hun-Hunahpú dirigiéndose a la joven.
¿Por ventura los deseas?, agregó.
-Sí los deseo, contestó
la doncella.
-Muy bien, dijo la calavera. Extiende hacia acá tu mano
derecha.
-Bien, replicó la joven, y levantando su mano derecha, la
extendió en dirección a la calavera. ,
En ese instante la calavera
lanzó un chisguete de saliva que fue a caer directamente en la palma de la mano de la
doncella. Miróse ésta rápidamente y con atención la palma de la
mano, pero la saliva de la calavera ya no estaba en su mano.
-En mi saliva y mi baba
te he dado mí descendencia (dijo la voz en el árbol). Ahora mi cabeza ya no
tiene nada encima, no es más que una calavera despojada de la carne. Así es la
cabeza de los grandes príncipes, la carne es lo único que les da una hermosa
apariencia. Y cuando mueren espántanse los hombres a causa de los huesos. Así
es también la naturaleza de los hijos, que son como la saliva y la baba, ya sean
hijos de un Señor, de un hombre sabio o de un orador. Su condición no se
pierde cuando se van, sino se hereda; no se extingue ni desaparece la imagen del
Señor, del hombre sabio o del orador, sino que la dejan a sus hijas y a los hijos que
engendran. Esto mismo he hecho yo contigo. Sube, pues, a la superficie de la tierra, que no
morirás. Confía en mi palabra que así será, dijo la cabeza de
Hun-Hunahpú y de Vucub-Hunahpú.
Y todo lo que tan acertadamente
hicieron fue por mandato de Huracán, Chipi-Caculhá y Raxa-Caculhá.
Volvióse en seguida a su casa la doncella después que le fueron hechas todas
estas advertencias, habiendo concebido inmediatamente los hijos en su vientre por la sola
virtud de la saliva. Y así fueron engendrados Hunahpú e
Ixbalanqué.
Llegó, pues, la joven a su casa y después de haberse
cumplido seis meses, fue advertido su estado por su padre, el llamado Cuchumaquic. Al
instante fue descubierto el secreto de la joven por el padre, al observar que tenía
hijo.
Reuniéronse entonces en consejo todos los Señores Hun-Camé
y Vucub-Camé con Cuchumaquic.
-Mi hija está preñada,
Señores; ha sido deshonrada, exclamó el Cuchumaquic cuando compareció
ante los Señores.
-Está bien, dijeron éstos. Oblígala a
declarar la verdad, y si se niega a hablar, castígala; que la lleven a sacrificar
lejos de aquí.
-Muy bien, respetables Señores, contestó. A
continuación interrogó a su hija:
-¿De quién es el hijo
que tienes en el vientre, hija mía? Y ella contestó: -No tengo hijo,
señor padre, aún no he conocido varón.
-Está bien,
replicó. Positivamente eres una ramera. Llevadla a sacrificar, señores Ahpop
Achih; traedme el corazón dentro de una jícara y volved hoy mismo ante los
Señores, les dijo a los buhos.
Los cuatro mensajeros tomaron la jícara
y se marcharon llevando en sus brazos a la joven y llevando también el cuchillo de
pedernal para sacrificarla.
Y ella les dijo: -No es posible que me matéis,
¡oh mensajeros!, porque no es una deshonra lo que llevo en el vientre, sino que se
engendró solo cuando fui a admirar la cabeza de Hun-Hunahpú que estaba en
Pucbal-Chah. Así, pues, no debéis sacrificarme, ¡oh mensajeros!, dijo la
joven, dirigiéndose a ellos.
-¿Y qué pondremos en lugar de tu
corazón? Se nos ha dicho por tu padre: "Traedme el corazón, volved ante
los Señores, cumplid vuestro deber y atended juntos a la obra, traedlo pronto en la
jícara, poned el corazón en el fondo de la jícara." ¿Acaso
no se nos habló así? ¿Qué le daremos entre la jícara?
Nosotros bien quisiéramos que no murieras, dijeron los mensajeros.
-Muy bien,
pero este corazón no les pertenece a ellos. Tampoco debe ser aquí vuestra
morada, ni debéis tolerar que os obliguen a matar a los hombres. Después
serán ciertamente vuestros los verdaderos criminales y míos serán en
seguida Hun-Camé y Vucub-Camé. Así, pues, la sangre y sólo la
sangre será de ellos y estará en su presencia.Tampoco puede ser que este
corazón sea quemado ante ellos.15 Recoged el producto de este árbol, dijo la
doncella. El jugo rojo brotó del árbol, cayó en la jícara y en
seguida se hizo una bola resplandeciente que tomó la forma de un corazón hecho
con la savia que corría de aquel árbol encarnado. Semejante a la sangre
brotaba la savia del árbol, imitando la verdadera sangre. Luego se coaguló
allí dentro la sangre o sea la savia del árbol rojo, y se cubrió de una
capa muy encendida como de sangre al coagularse dentro de la jícara, mientras que el
árbol resplandecía por obra de la doncella. Llamábase Árbol rojo
de grana,16 pero [desde entonces] tomó el nombre de Árbol de la Sangre porque a su savia se le llama
la Sangre.
-Allá en la
tierra seréis amados y tendréis lo que os pertenece, dijo la joven a los
buhos.
-Está bien, niña. Nosotros nos iremos allá, subiremos a
servirte; tú, sigue tu camino mientras nosotros vamos a presentar la savia en lugar
de tu corazón ante los Señores, dijeron los mensajeros.
Cuando llegaron
a presencia de los Señores, estaban todos aguardando.
-¿Se ha terminado
eso?, preguntó Hun-Camé.
-Todo está concluido, Señores.
Aquí está el corazón en el fondo de la jícara.
-Muy bien.
Veamos, exclamó Hun-Camé. Y cogiéndolo con los dedos lo levantó,
se rompió la corteza y comenzó a derramarse la sangre de vivo color
rojo.
-Atizad bien el fuego y ponedlo sobre las brasas, dijo Hun-Camé.
En seguida lo arrojaron al fuego y comenzaron a sentir el olor los de Xibalbá, y
levantándose todos se acercaron y ciertamente sentían muy dulce la fragancia
de la sangre.
Y mientras ellos se quedaban pensativos, se marcharon los buhos, los
servidores de la doncella, remontaron el vuelo en bandada desde el abismo hacia la tierra y
los cuatro se convirtieron en sus servidores.
Así fueron vencidos los
Señores de Xibalbá. Por la doncella fueron engañados todos.
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Notas de Adrián Recinos:
15 Aunque no se había
mencionado antes, Ixquic sabía muy bien que los Señores deseaban su
corazón para quemarlo. Esta era una antigua costumbre de los mayas.
16 Chuh
Cakché. Es el árbol que los mexicanos llamaban ezquahuitl, árbol de
sangre, y los europeos denominaban sangre, Sangre de Dragón, Croton sanguifluus, una
planta tropical cuya savia tiene el color y la densidad de la sangre.