CAPITULO II
EN seguida fue la venida de los mensajeros de Hun-Camé y
Vucub-Camé.
-Id, les dijeron, Ahpop Achih,9 id a llamar a Hun-Hunahpú y
Vucub-Hunahpú. "Venid con nosotros", les diréis. "Dicen los
Señores que vengáis." Que vengan aquí a jugar a la pelota con
nosotros, para que con ellos se alegren nuestras caras, porque verdaderamente nos causan
admiración. Así, pues, que vengan, dijeron los Señores. Y que traigan
acá sus instrumentos de juego, sus anillos, sus guantes, y que traigan también
sus pelotas de caucho, dijeron los Señores. "Venid pronto, les
diréis", les fue dicho a los mensajeros.
Y estos mensajeros eran buhos:
Chabi-Tucur, Huracán-Tucur, Caquix-Tucur y Holom-Tucur,10 Así se llamaban los
mensajeros de Xibalbá.
Chabi-Tucur era veloz como una flecha;
Huracán-Tucur tenía solamente una pierna; Caquix-Tucur tenía la espalda
roja, y Holom-Tucur solamente tenía cabeza, no tenía piernas, pero sí
tenía alas.
Los cuatro mensajeros tenían la dignidad de Ahpop-Achih.
Saliendo de Xibalbá llegaron rápidamente, llevando su mensaje, al patio donde
estaban jugando a la pelota Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú, en el juego de pelota
que se llamaba Nim Xob Carchah.11 Los buhos mensajeros se dirigieron al juego de la pelota y
presentaron su mensaje, precisamente en el orden en que se lo dieron Hun-Camé,
Vucub-Camé, Ahalpuh, Ahalganá, Chamiabac, Chamiaholom, Xiquiripat,
Cuchumaquic, Ahalmez, Ahaltocob, Xic y Patán, que así se llamaban los
Señores que enviaban su recado por medio de los buhos.
-¿De veras han
hablado así los Señores Hun-Camé y Vucub-Camé? -Ciertamente han
hablado así, y nosotros os tenemos que acompañar.
-УQue traigan todos
sus instrumentos para el juegoФ, han dicho los Señores.
-Está bien,
dijeron los jóvenes. Aguardadnos, sólo vamos a despedimos de nuestra
madre.
Y habiéndose dirigido hacia su casa, le dijeron a su madre, pues su
padre ya era muerto: -Nos vamos, madre nuestra, pero en vano será nuestra ida. Los
mensajeros del Señor han venido a llevarnos. УQue venganФ han dicho, según
manifiestan los enviados.
-Aquí se quedará en prenda nuestra pelota,
agregaron. En seguida la fueron a colgar en el hueco que hacía el techo de la casa.
Luego dijeron: -Ya volveremos a jugar. Y dirigiéndose a Hunbatz y Hunchouén
les dijeron:
-Vosotros ocupaos de tocar la flauta y de cantar, de pintar, de
esculpir; calentad nuestra casa y calentad el corazón de vuestra abuela.
Cuando se despidieron de su madre, se enterneció Ixmucané y echó a
llorar. -No os aflijáis, nosotros nos vamos, pero todavía no hemos muerto,
dijeron al partir Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú.
En seguida se fueron
Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú y los mensajeros los llevaban por el camino.
Así fueron bajando por el camino de Xibalbá, por unas escaleras muy
inclinadas. Fueron bajando hasta que llegaron a la orilla de un río que corría
rápidamente entre los barrancos llamados Un zivan cul y Cuzivan,12 y pasaron por
ellos. Luego pasaron por el río que corre entre jícaros espinosos. Los
jícaros eran innumerables, pero ellos pasaron sin lastimarse.
Luego llegaron a
la orilla de un río de sangre y lo atravesaron sin beber sus aguas; llegaron a otro
río solamente de agua y no fueron vencidos. Pasaron adelante hasta que llegaron a
donde se juntaban cuatro caminos y allí fueron vencidos, en el cruce de los cuatro
caminos.
De estos cuatro caminos, uno era rojo, otro negro, otro blanco y otro
amarillo. Y el camino negro les habló de esta manera: -Yo soy el que debéis
tomar porque yo soy el camino del Señor. Así habló el camino.
Y
allí fueron vencidos. Los llevaron por el camino de Xibalbá y cuando llegaron
a la sala del consejo de los Señores de Xibalbá, ya habían perdido la
partida.
Ahora bien, los primeros que estaban allí sentados eran solamente
muñecos, hechos de palo, arreglados por los de Xibalbá.
A éstos
los saludaron primero:
-¿Cómo estáis, Hun-Camé?, le
dijeron al muñeco.
-¿Cómo estáis, Vucub-Camé?, le
dijeron al hombre de palo. Pero éstos no les respondieron. Al punto soltaron la
carcajada los Señores de Xibalbá y todos los demás Señores se
pusieron a reír ruidosamente, porque sentían que ya los habían vencido,
que habían vencido a Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú. Y seguían
riéndose.
Luego hablaron Hun-Camé y Vucub-Camé: -Muy bien,
dijeron. Ya vinisteis. Mañana preparad la máscara, vuestros anillos y vuestros
guantes, les, dijeron.
-Venid a sentaros en nuestro banco, les dijeron. Pero el banco
que les ofrecían era de piedra ardiente y en el banco se quemaron. Se pusieron a dar
vueltas en el banco, pero no se aliviaron y si no se hubieran levantado se les
habrían quemado las asentaderas.
Los de Xibalbá se echaron a
reír de nuevo, se morían de la risa; se retorcían del dolor que les
causaba la risa en las entrañas, en la sangre y en los huesos, riéndose todos
los Señores de Xibalbá.
-Idos ahora a aquella casa, les dijeron;
allí se os llevará vuestra raja de ocote 13 y vuestro cigarro y allí
dormiréis.
En seguida llegaron a la Casa Oscura. No había más que tinieblas en el
interior de la casa.
Mientras tanto, los señores de Xibalbá
discurrían lo que debían hacer.
-Sacrifiquémoslos mañana,
que mueran pronto, pronto, para que sus instrumentos de juego nos sirvan a nosotros para
jugar, dijeron entre sí los Señores de Xibalbá.
Ahora bien, su
ocote era una punta redonda de pedernal del que llaman zaquitoc; éste es el pino de
Xíbalbá. Su ocote era puntiagudo y afilado y brillante como hueso; muy duro
era el pino de los de Xibalbá.
Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú
entraron a la Casa Oscura.
Allí fueron a darles su ocote, un solo ocote encendido que les mandaban
Hun-Camé y Vucub-Camé, junto con un cigarro para cada uno, encendido
también, que les mandaban los Señores. Esto fueron a darles a
Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú.
Estos se hallaban en cuclillas en la
oscuridad cuando llegaron los portadores del ocote y los cigarros. Al entrar, el ocote
alumbraba brillantemente.
-Que enciendan su ocote y sus cigarros cada uno; que vengan
a devolverlos al amanecer, pero que no los consuman, sino que los devuelvan enteros; esto es
lo que os mandan decir los Señores. Así les dijeron. Y así fueron
vencidos. Su ocote se consumió, y asimismo se consumieron los cigarros que les
habían dado.
Los castigos de Xibalbá eran numerosos; eran castigos de
muchas maneras.
El primero era la Casa
Oscura, Quequma-ha, en cuyo interior sólo había
tinieblas.
El segundo la Casa
donde tiritaban, Xuxulim-ha, dentro de la cual hacía mucho frío. Un viento
frío e insoportable soplaba en su interior.
El tercero era la Casa de los tigres, Balami-ha, así llamada,
en la cual no había más que tigres que se revolvían, se amontonaban,
gruñían y se mofaban. Los tigres estaban encerrados dentro de la casa.
Zotzi-ha, la Casa de los
murciélagos, se llamaba el cuarto lugar de castigo. Dentro de esta casa no
había más que murciélagos que chillaban, gritaban y revoloteaban en la
casa. Los murciélagos estaban encerrados y no podían salir.
El quinto
se llamaba la Casa de las Navajas,
Chayin-ha,14 dentro de la cual solamente había navajas cortantes y afiladas, calladas
o rechinando las unas con las otras dentro de la casa.
Muchos eran los lugares de
tormento de Xibalbá; pero no entraron en ellos Hun-Hunahpú y
Vucub-Hunahpú. Solamente mencionamos los nombres de estas casas de castigo.
Cuando entraron Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú ante Hun-Camé y
Vucub-Camé, les dijeron éstos:
-¿Dónde están mis
cigarros? ¿Dónde está mi raja de ocote que os dieron anoche?
-Se
acabaron, Señor.
-Está bien. Hoy será el fin de vuestros
días.
Ahora moriréis. Seréis destruidos, os haremos pedazos y
aquí quedará oculta vuestra memoria. Seréis sacrificados, dijeron
Hun-Camé y Vucub-Camé.
En seguida los sacrificaron y los enterraron en
el Pucbal-Chah, así llamado. Antes de enterrarlos le cortaron la cabeza a
Hun-Hunahpú y enterraron al hermano mayor junto con el hermano menor.
-Llevad
la cabeza y ponedla en aquel árbol que está sembrado en el camino, dijeron
Hun-Camé y Vucub-Camé. Y habiendo ido a poner la cabeza en el árbol, al
punto se cubrió de frutas este árbol que jamás había
fructificado antes de que pusieran entre sus ramas la cabeza de Hun-Hunahpú. Y a esta
jícara la llamamos hoy la cabeza de Hun-Hunahpú, que así se dice.
Con admiración contemplaban Hun-Camé y Vucub-Camé el fruto del
árbol. El fruto redondo estaba en todas partes; pero no se distinguía la
cabeza de Hun-Hunahpú; era un fruto igual a los demás frutos del
jícaro. Así aparecía ante todos los de Xibalbá cuando llegaban a
verla.
A juicio de aquéllos, la naturaleza de este árbol era
maravillosa, por lo que había sucedido en un instante cuando pusieron entre sus ramas
la cabeza de Hun-Hunahpú. Y los Señores de Xibalbá ordenaron: -
¡Que nadie venga a coger de esta fruta! i Que nadie venga a ponerse debajo de este
árbol!, dijeron, y así dispusieron impedirlo todos los de
Xibalbá.
La cabeza de Hun-Hunahpú no volvió a aparecer, porque
se había vuelto la misma cosa que el fruto del árbol que se llama
jícaro. Sin embargo, una muchacha oyó la historia maravillosa. Ahora
contaremos cómo fue su llegada
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Notas de Adrián
Recinos:
9 Título de algunos de los Señores y jefes
quichés.
10 Chabi-Tucur, Buho flecha; Huracán-Tucur, Buho de una
pierna, o Buho gigante; Caquix-Tucur, Buho guacamaya; Holoni-Tucur, Cabeza de buho, o Buho
que se distinguía por la cabeza. Tucur es el nombre quiché del buho.
Así se llama también un pueblo de la
Verapaz, San Miguel Tucurú. Esta ave nocturna es conocida
indistintamente en Guatemala con el nombre de tucurú y con el de tecolote, del
náhuatl tecolotl.
11 La gran Carchah, centro importante de población en
la Verapaz, región en donde
parecen haber localizado los quichés los hechos mitológicos del Popol Vuh. En
el Manuscrito cakchiquel se lee que éstos y los quichés fueron a poblar a
Subinal, al medio de Chacachil, al medio de Nimxor, al medio de Moinal, al medio de Carchah
(nicah Carchah). Algunos de estos lugares conservan sus nombres antiguos y pueden
identificarse fácilmente en la región de la Verapaz. Según el documento cakchiquel,
Nim Xor y Carchah eran dos sitios diferentes.
12 Nu zivan cut, mi barranco o el
barranco angosto. Cu Zivan, barranco angosto, estrecho. Zivan es barranco, pero se llama
así también a las cuevas subterráneas en Verapaz y el Petén; son
los siguanes del lenguaje corriente. Los datos topográficos que suministra este
capítulo y las indicaciones que se encuentran en otros lugares de esta Segunda Parte
demuestran que los antiguos quichés tenían ideas bastante precisas sobre la
localización del reino de Xibalbá, donde habitaban unos jefes sanguinarios y
despóticos a quienes aquéllos estuvieron sujetos en los tiempos
mitológicos. En el presente capítulo se señala, como punto de partida
del camino de Xibalbá, el gran pueblo de Carchá que existe todavía a
pocos kilómetros de Cobán, la capital del departamento de la Alta Verapaz. Saliendo de Carchá el
camino bajaba "por unas escaleras muy inclinadas" hasta llegar a los barrancos o
siguanes, entre los cuales corría un río precipitadamente; es decir,
descendían de las montañas del interior hasta las tierras bajas del
Petén, a los dominios de los itzaes. Al final de esta Segunda Parte se dice que los
de Xibalbá eran los Ah-Tza, los Ah-Tucur, los malos, los buhos. Estas palabras, sin
embargo, pueden leerse también como "los de Itzá" (Petén) y
"los de Tucur", o sea Tecolotlán, la tierra de los buhos (la Verapaz). Son las dos regiones del norte de
Guatemala, muy conocidas en el mundo antiguo, hasta donde los quichés no pudieron
extender sus conquistas. Estos nombres confirman las indicaciones topográficas del
texto. Las tribus que en tiempos relativamente recientes llegaron a establecerse en las
montañas del interior de Guatemala tenían sin duda alguna creencia de que el
norte del territorio estaba poblado por sus viejos enemigos, los mismos que en épocas
anteriores disponían de las vidas de sus antepasados. Esos habitantes del norte eran
los mayas del Viejo Imperio, una de cuyas ramas, la de los itzaes, fue la última en
rendirse a los españoles en los años finales del siglo xvii. Otros datos
dispersos en el Popol Vuh revelan que Xibalbá era un lugar profundo,
subterráneo, un abismo desde el cual había que subir para llegar a la tierra;
pero el propio documento quiché explica que los Señores de Xibalbá no
eran dioses, ni eran inmortales, que eran falsos de corazón, hipócritas,
envidiosos y tiranos. Que no eran invencibles se demuestra en el curso de la
narración.
13 Chah en quiché, ocotl en lengua mexicana, pino resinoso
que usan los indios para alumbrarse.
14 Chay, obsidiana, sustancia vidriosa, piedra
volcánica negra, la "piedra de rayo" de los campesinos, de la cual
desprendían los indios pequeñas hojas cortantes que usaban como cuchillos o
navajas y puntas de flecha